El viernes pasado salió a la venta la novela Si vuelves te contaré el secreto de nuestra compañera blogger Mónica Gutiérrez sancho en la editorial Caballo de Troya. Yo tuve la suerte de estar por Madrid al día siguiente y aproveché para comprármela en el FNAC.
Tengo que reconocer que el primer motivo por el que me la compré fue por mi malsana curiosidad. A veces me compro un libro de un autor solo porque le conozco de algo (gracias al taller literario que hago, he tenido la suerte de conocer a varios escritores) y, claro, una vez que les conoces, sientes una necesidad irrefrenable de saber qué se esconde detrás, qué es lo que han sido capaces de crear. Es un poco de fetichismo, lo reconozco. Me gusta ver que los escritores son también personas, como yo. Y reconocer en sus palabras las motivciones o inspiraciones que han podido tener para tal o cual cosa.
La segunda razón que me llevó a comprármela fue el título. Creo que aunque no hubiera conocido a Mónica de antemano, seguramente me habría fijado en él de haberlo visto en alguna estantería. Es un título objetivamente bonito y atrayente. Sugerente.
Comencé a leer la novela ese mismo día, en el viaje de vuelta en tren. Y me ha acompañado hasta ayer, que me la terminé en el instituto. Tengo incluso que reconocer que les puse un vídeo a un grupo de alumnos para que me dejaran leer tranquilo. ¿Qué le vamos a hacer? Uno nunca ha dicho que fuera perfecto...
La novela me ha gustado desde principio a fin. Sí es cierto que hay un par de cosas que yo no habría hecho, como por ejemplo, cambiar la voz narrativa (me gusta mucho más Mónica siendo narrador omnisciente que tomando la voz de algunos de sus protagonistas, a los que es difícil distinguir cuando hablan desde este punto de vista narrativo, ya que parecen el mismo) o, por ejemplo, tratar de explicar demasiado al principio del libro. A veces parece que Mónica tiene miedo de que no lleguemos a entender cómo ve ella la escena con las pocas pinceladas que da y trata de explicarnos demasiado. Sin embargo, esto solo ocurre al principio, la narrativa es mucho más fluida a medida que entras en acción y te deja sin aliento hasta la última palabra.
Objetivamente la novela me ha gustado mucho. Adoro las novelas bien estructuradas y Si vuelves... tiene un andamio muy sólido sobre el que sustentarse. Me daba miedo enfrentarme a una novela que podría ser considerada coral con tan poca duración, pero se nota el equipaje musical que arrastra Mónica, que ha sabido darle un ritmo endiabladamente bueno a su narración, que te deja con el culo sobre el asiento. Me daba miedo enfrentarme porque para que una novela me guste lo primero que tiene que gustarme son sus personajes y en una novela coral se corre el peligro de que de algunos demos pocos detalles y nos queden planos. No ocurre así en Si vuelves... desde Rita a Simón, pasando por Víctor (mi preferido), Julia (mi segunda preferida), o Sara (la tercera en discordia), nos encontramos con personajes con motivaciones definidas, personajes a los que les coges cariño, personajes con los que no te importa continuar el viaje una vez que llegas a la novela. Sabemos de ellos únicamente lo que tenemos que saber, y eso no solo es más que suficiente, sino que es lo adecuado, lo justo.
Sin embargo, lo que más me gusta de la novela es la capacidad que ha tenido Mónica de introducir al lector en su mundo, dentro de su personaje más importante: The Club. Creo que al principio no me daba cuenta de lo importante que era, no solo para mí, como lector, o para ella, como autora, sino para el resto de personajes, lo que ese cambio produce en sus vidas.
Debido a la atemporalidad con la que la novela está escrita (algo que me gustó mucho ya que, no sé, me recordó a una de esas ambientaciones como las de la película Gattaca, que sabes quese dearrolla en un futuro, pero que tiene una ambientación tan bien conseguida que no sabes exactamente cuándo sucede porque la ambientación es de los años cincuenta) no llegas a ver el tema del peso de la fama hasta la mitad del libro, por ejemplo, y hay una conversación entre Julia y Sara, creo. O entre Víctor y Julia, también con respecto a la fama y a las motivaciones que The Club tuvo para contratar a esa serie de personajes que me calaron hondo y que supongo que releeré.
Es en ese punto cuando me di cuenta de que estaba realmente enganchado, no un enganche de esos apoteósicos que te puede ocurrir con un best-seller, sino uno de esos sutiles, de esos que te atrapan lentamente, como con hilos. Y la sorpresa de estar enganchado fue francamente agradable.
Desde entonces los acontecimientos se suceden en un orden y una armonía perfectas y al final del libro, cuando descubres toda la trama, no puedes evitar sonreír, complacido porque el contrato entre la autora y el lector se ha establecido por completo y al volver hemos conocido el secreto.
En días como hoy en los que siento que mi paciencia se cansa y que me da rabia que según mi agente un par de editoriales se hayan echado atrás porque CarPa está escrita desde el punto de vista masculino (si es que es lo que dice Adhara: soy tío, tengo entre veinticuatro y cuarenta años y además soy heterosexual. Definitivamente no he nacido en la época que debería para que se me tenga en cuenta), y tengo la sensación de estar atado de pies y manos, de no poder hacer más, de estar dándome cabezazos contra un muro de piedra y me cabree y me frustre y me den ganas de dejarlo, que una novela como la de Mónica esté en el mercado en parte gracias a su insistencia y, sobre todo, porque ella haya creído en sí misma y en su trabajo, anima a seguir adelante.
Porque, además, de todas maneras, la frustración por las negativas solo se me quita trabajando, metiéndome de nuevo otra vez en la escritura y dejando que el mundo pase a mi alrededor mientras yo me divierto con mis personajes. Creo que es la única medicina para esta sensación tan desagradable de la que os he hablado.
Así que ya sabéis, sé que estáis deseando conocer el secreto, así que id corriendo a buscar vuestra entrada a The Club.
Tengo que reconocer que el primer motivo por el que me la compré fue por mi malsana curiosidad. A veces me compro un libro de un autor solo porque le conozco de algo (gracias al taller literario que hago, he tenido la suerte de conocer a varios escritores) y, claro, una vez que les conoces, sientes una necesidad irrefrenable de saber qué se esconde detrás, qué es lo que han sido capaces de crear. Es un poco de fetichismo, lo reconozco. Me gusta ver que los escritores son también personas, como yo. Y reconocer en sus palabras las motivciones o inspiraciones que han podido tener para tal o cual cosa.
La segunda razón que me llevó a comprármela fue el título. Creo que aunque no hubiera conocido a Mónica de antemano, seguramente me habría fijado en él de haberlo visto en alguna estantería. Es un título objetivamente bonito y atrayente. Sugerente.
Comencé a leer la novela ese mismo día, en el viaje de vuelta en tren. Y me ha acompañado hasta ayer, que me la terminé en el instituto. Tengo incluso que reconocer que les puse un vídeo a un grupo de alumnos para que me dejaran leer tranquilo. ¿Qué le vamos a hacer? Uno nunca ha dicho que fuera perfecto...
La novela me ha gustado desde principio a fin. Sí es cierto que hay un par de cosas que yo no habría hecho, como por ejemplo, cambiar la voz narrativa (me gusta mucho más Mónica siendo narrador omnisciente que tomando la voz de algunos de sus protagonistas, a los que es difícil distinguir cuando hablan desde este punto de vista narrativo, ya que parecen el mismo) o, por ejemplo, tratar de explicar demasiado al principio del libro. A veces parece que Mónica tiene miedo de que no lleguemos a entender cómo ve ella la escena con las pocas pinceladas que da y trata de explicarnos demasiado. Sin embargo, esto solo ocurre al principio, la narrativa es mucho más fluida a medida que entras en acción y te deja sin aliento hasta la última palabra.
Objetivamente la novela me ha gustado mucho. Adoro las novelas bien estructuradas y Si vuelves... tiene un andamio muy sólido sobre el que sustentarse. Me daba miedo enfrentarme a una novela que podría ser considerada coral con tan poca duración, pero se nota el equipaje musical que arrastra Mónica, que ha sabido darle un ritmo endiabladamente bueno a su narración, que te deja con el culo sobre el asiento. Me daba miedo enfrentarme porque para que una novela me guste lo primero que tiene que gustarme son sus personajes y en una novela coral se corre el peligro de que de algunos demos pocos detalles y nos queden planos. No ocurre así en Si vuelves... desde Rita a Simón, pasando por Víctor (mi preferido), Julia (mi segunda preferida), o Sara (la tercera en discordia), nos encontramos con personajes con motivaciones definidas, personajes a los que les coges cariño, personajes con los que no te importa continuar el viaje una vez que llegas a la novela. Sabemos de ellos únicamente lo que tenemos que saber, y eso no solo es más que suficiente, sino que es lo adecuado, lo justo.
Sin embargo, lo que más me gusta de la novela es la capacidad que ha tenido Mónica de introducir al lector en su mundo, dentro de su personaje más importante: The Club. Creo que al principio no me daba cuenta de lo importante que era, no solo para mí, como lector, o para ella, como autora, sino para el resto de personajes, lo que ese cambio produce en sus vidas.
Debido a la atemporalidad con la que la novela está escrita (algo que me gustó mucho ya que, no sé, me recordó a una de esas ambientaciones como las de la película Gattaca, que sabes quese dearrolla en un futuro, pero que tiene una ambientación tan bien conseguida que no sabes exactamente cuándo sucede porque la ambientación es de los años cincuenta) no llegas a ver el tema del peso de la fama hasta la mitad del libro, por ejemplo, y hay una conversación entre Julia y Sara, creo. O entre Víctor y Julia, también con respecto a la fama y a las motivaciones que The Club tuvo para contratar a esa serie de personajes que me calaron hondo y que supongo que releeré.
Es en ese punto cuando me di cuenta de que estaba realmente enganchado, no un enganche de esos apoteósicos que te puede ocurrir con un best-seller, sino uno de esos sutiles, de esos que te atrapan lentamente, como con hilos. Y la sorpresa de estar enganchado fue francamente agradable.
Desde entonces los acontecimientos se suceden en un orden y una armonía perfectas y al final del libro, cuando descubres toda la trama, no puedes evitar sonreír, complacido porque el contrato entre la autora y el lector se ha establecido por completo y al volver hemos conocido el secreto.
En días como hoy en los que siento que mi paciencia se cansa y que me da rabia que según mi agente un par de editoriales se hayan echado atrás porque CarPa está escrita desde el punto de vista masculino (si es que es lo que dice Adhara: soy tío, tengo entre veinticuatro y cuarenta años y además soy heterosexual. Definitivamente no he nacido en la época que debería para que se me tenga en cuenta), y tengo la sensación de estar atado de pies y manos, de no poder hacer más, de estar dándome cabezazos contra un muro de piedra y me cabree y me frustre y me den ganas de dejarlo, que una novela como la de Mónica esté en el mercado en parte gracias a su insistencia y, sobre todo, porque ella haya creído en sí misma y en su trabajo, anima a seguir adelante.
Porque, además, de todas maneras, la frustración por las negativas solo se me quita trabajando, metiéndome de nuevo otra vez en la escritura y dejando que el mundo pase a mi alrededor mientras yo me divierto con mis personajes. Creo que es la única medicina para esta sensación tan desagradable de la que os he hablado.
Así que ya sabéis, sé que estáis deseando conocer el secreto, así que id corriendo a buscar vuestra entrada a The Club.